Una narración, llena de poesía, que Ovidio introduce en su obra "Las Metamorfosis" muestra cómo Apolo provoca, con su anhelo amoroso, un lamentable suceso.
Sin embargo, antes, si se me permite, voy a intentar una digresión respecto del nombre con el que, en ocasiones, se denominaba al dios Apolo, por parte de algunos narradores clásicos, como por ejemplo es el caso de Ovidio. Me refiero al epíteto Febo, el cual se utilizaba para referirse al dios Apolo y tiene una etimología no suficientemente conocida, ni aceptada, por los estudiosos de la mitología. No obstante, parece que existe la convención de considerar al nombre Febo como relacionado semánticamente con los significados de los conceptos "claridad", "brillante", "transparente" y "resplandeciente". En todo caso, los antiguos lo utilizaban con relativa frecuencia para nombrar a Apolo, De aquí que hayamos encabezado este apartado con los apelativos Apolo (Febo).
Lo cierto es que Febo, según nos cuenta Ovidio, es el propio dios Apolo, cuando personifica al Sol. Y hubo un tiempo en que Apolo (Febo) se enamoró de la hija del rey persa Orcamo. Llamábase la joven Leucotoe, y cedió a las pretensiones de Apolo (Febo) porque éste, transformándose en la madre de aquélla, consiguió sus propósitos de conquista. Cuando el padre de Leucotoe se enteró de que su hija había sido seducida por el dios Apolo, montó en cólera y castigó a ésta por consentir y doblegarse a tan ilustre enamorado. Había sido Clitia, celosa porque no fue elegida ella por Apolo (Febo) para formar pareja con el dios, quien puso al corriente de todo al furioso Orcamo. El castigo fue tan severo que, según nos narra Ovidio, Leucotoe quedó enterrada y cubierta con arena:
Apolo (Febo) quiso ayudar a su amada y por medio de sus rayos se dispuso a abrir rendijas en la arena que cubría el cuerpo de Leucotoe pero, a pesar de su poder, no logró devolverla a la vida. "Desde la muerte de su hijo Faetón no había sentido Febo un dolor tan vivo", nos cuenta Ovidio.
Sin embargo, antes, si se me permite, voy a intentar una digresión respecto del nombre con el que, en ocasiones, se denominaba al dios Apolo, por parte de algunos narradores clásicos, como por ejemplo es el caso de Ovidio. Me refiero al epíteto Febo, el cual se utilizaba para referirse al dios Apolo y tiene una etimología no suficientemente conocida, ni aceptada, por los estudiosos de la mitología. No obstante, parece que existe la convención de considerar al nombre Febo como relacionado semánticamente con los significados de los conceptos "claridad", "brillante", "transparente" y "resplandeciente". En todo caso, los antiguos lo utilizaban con relativa frecuencia para nombrar a Apolo, De aquí que hayamos encabezado este apartado con los apelativos Apolo (Febo).
Lo cierto es que Febo, según nos cuenta Ovidio, es el propio dios Apolo, cuando personifica al Sol. Y hubo un tiempo en que Apolo (Febo) se enamoró de la hija del rey persa Orcamo. Llamábase la joven Leucotoe, y cedió a las pretensiones de Apolo (Febo) porque éste, transformándose en la madre de aquélla, consiguió sus propósitos de conquista. Cuando el padre de Leucotoe se enteró de que su hija había sido seducida por el dios Apolo, montó en cólera y castigó a ésta por consentir y doblegarse a tan ilustre enamorado. Había sido Clitia, celosa porque no fue elegida ella por Apolo (Febo) para formar pareja con el dios, quien puso al corriente de todo al furioso Orcamo. El castigo fue tan severo que, según nos narra Ovidio, Leucotoe quedó enterrada y cubierta con arena:
- "Con la noticia, el rey, loco de furor, ordena que Leucotoe sea enterrada viva y que sobre su cuerpo se acumule un enorme montón de arena".
Apolo (Febo) quiso ayudar a su amada y por medio de sus rayos se dispuso a abrir rendijas en la arena que cubría el cuerpo de Leucotoe pero, a pesar de su poder, no logró devolverla a la vida. "Desde la muerte de su hijo Faetón no había sentido Febo un dolor tan vivo", nos cuenta Ovidio.